En la actualidad, muchas organizaciones – en tecnologías de la información, software y servicios – afirman que su forma de trabajo es “Ágil”, o que deben buscar ser ágiles. El no hacerlo, dicen, les coloca en riesgo de perder ventaja y competitividad en un entorno tan cambiante como el actual.
El ser ágiles se ha vuelto una consigna: la agilidad es el fin. Las organizaciones y los equipos quieren que se les dé el calificativo de ágiles; temen que no se les llame así por su forma de trabajo y rechazan vehementemente cualquier proceso o método que no esté en el catálogo de “frameworks ágiles”, a pesar de los grandes beneficios que les puede aportar, o se aferran a una, aunque ya no les aporte buenos resultados.
Olvidan que la filosofía ágil tiene un propósito muy claro, y este no es “ser ágiles”. Por esto, déjenme compartirles de qué hablo cuando hablo de agilidad.
Fanatismo ágil no es agilidad
Varias veces, para entender lo que es un concepto, partimos de lo que no es.
La agilidad no es un método, no es un título, no es un certificado, no es un rol dentro del equipo. No es cómo lo haces.
Muchas organizaciones buscan la agilidad a través de adoptar una “metodología”, una forma de trabajo prescriptiva que les indique paso a paso lo que deben hacer, y lo replican tal cual sin mover una coma, sin cuestionar. De ahí que Scrum es un marco tan popular en los equipos.
Algunos equipos no adoptan el marco completo, sino que “toman prestadas” algunas prácticas. Al tener al menos una, ya son ágiles. Los primeros y los segundos se concentran en apegarse a los métodos y a las prácticas religiosamente, y pregonar que las hacen – por eso son ágiles –. De ahí que les llamo “fanáticos ágiles”.
No, la agilidad no es hacer lo que otros dicen que hagas. La agilidad no es el fin.
¿Qué es la agilidad?
La filosofía ágil tiene un propósito muy claro: satisfacer al cliente con soluciones de alto valor – Scott Ambler lo llama “deleitar a los stakeholders” –. Eso es ser ágil: lograr el resultado todas las veces, con calidad, a tiempo y sin sacrificio del equipo o la organización.
La agilidad es una capacidad de la organización, que consiste en adaptar y mejorar la forma de trabajo continuamente. Adaptarse y cambiar para mantener los buenos resultados. Siempre enfocados en los clientes y usuarios de nuestros productos y servicios.
Las organizaciones y equipos ágiles cambian su forma de trabajo rápidamente, de acuerdo a las circunstancias actuales. No esperan a que alguien defina el método por ellos, sino que lo buscan por su cuenta. No temen usar herramientas o prácticas de métodos típicamente llamados “tradicionales” cuando son útiles en el momento, ni desechar las prácticas que ya no les dan resultados para abrazar o experimentar con otras.
Siempre tienen en mente que su objetivo es deleitar a sus usuarios.
La agilidad se basa en principios, no en prácticas prescriptivas. Estos principios hablan de los comportamientos que tienen equipos con buenos resultados, y sirven como guía para comparar si los resultados que tienes con tus prácticas te llevarán a cumplir los objetivos o te alejan de ellos.
Por esta razón es que, muchas veces, ser ágil es difícil.
¿Cómo ser ágil?
Antes de evaluar los marcos de trabajo para adoptar uno o iniciar un trabajo para desarrollar el propio, debemos diagnosticar tres cosas:
- La disciplina de nuestros team members: qué tan capaces son para definir acuerdos de trabajo y respetarlos; cuán hábiles son para tomar decisiones basándose en datos objetivos; qué tan responsables son para cumplir con su rol y apoyar en todas las actividades del trabajo, en vez de solo las marcadas en su puesto.
- La capacidad de liderazgo en toda la organización: cuántas personas toman decisiones; cuántas veces los problemas se postergan porque no está un tomador de decisiones; cuántas veces las personas adoptan el liderazgo espontáneamente en momentos de crisis.
- La facilidad para detectar fallas e implementar mejoras en la forma de trabajo: cuánto tardan en cambiar un proceso; cuánto tiempo toma detectar una falla en la forma de trabajo; la mejora está definida como parte del trabajo o se hace solo en tiempos de crisis.
Dado que la agilidad es una capacidad de la organización, es necesario desarrollar varias habilidades y actitudes en todos los integrantes de la misma y de los equipos. La primera: la disciplina profesional. Después y en paralelo, el liderazgo y los mecanismos de mejora continua.
Los equipos disciplinados requieren autonomía. Esta consiste en permitirles tomar sus propias decisiones, definir su forma de trabajo adecuada a sus habilidades y capacidades, establecer sus roles y planes de capacitación. Los equipos autónomos persiguen objetivos ambiciosos, que debemos presentarles.
También, se requiere una cultura de la Responsabilidad. Hacer responsables a todos por el resultado final. Cumplir el objetivo no es logrado por un solo integrante o grupo, sino por todos. Igualmente, si el resultado final es malo, es producto del trabajo de todos, por lo que deben asumirlo, aceptarlo y trabajar para mejorarlo. Y cuando un acuerdo es quebrantado, siempre se debe ser firme en mostrar la consecuencia.
Desarrollar la agilidad es un trabajo arduo y que no se detiene. Las circunstancias cambiarán, así que también lo debe hacer tu forma de trabajo si quieres mantener o mejorar tus resultados.
¿Quieres conocer cuán ágil es tu forma de trabajo actual? Evalúa con este sencillo test: https://www.aprend-is.net/que-tan-agil-es-mi-equipo/
¿Quieres saber cuánta disciplina tienes para conocer tu capacidad de adaptación? Diagnostica a tu equipo aquí: https://www.aprend-is.net/diagnostico-organizacional/
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